viernes, 31 de enero de 2020

LA VIDA QUE ACABA (Releyendo La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes)

Todos nosotros sabemos -queriéndolo o no- que en algún momento la muerte nos va a sobrevenir. Es evidente que todos los seres humanos son mortales pero asumimos que este hecho será futuro y que se halla muy lejos de nuestro horizonte inmediato. El temor a la muerte, sin embargo está siempre presente en la historia de la humanidad, e incluso algunos filósofos han tratado de paliar ese miedo primigenio argumentando que cuando nosotros somos, la muerte aún no es, y cuando
 
 La muerte de Artemio Cruz - Carlos Fuentes
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Todos nosotros sabemos -queriéndolo o no- que en algún momento la muerte nos va a sobrevenir. Es evidente que todos los seres humanos son mortales pero asumimos que este hecho será futuro y que se halla muy lejos de nuestro horizonte inmediato. El temor a la muerte, sin embargo está siempre presente en la historia de la humanidad, e incluso algunos filósofos han tratado de paliar ese miedo primigenio argumentando que cuando nosotros somos, la muerte aún no es, y cuando ella es, nosotros ya no somos.
Concedamos que, aunque la muerte es un hecho, no es un acontecimiento, porque nadie vive su muerte. Pero lo más cercano a vivir la muerte es la agonía, etapa paradójica de transición entre la conciencia y la inconsciencia, entre la vida y la muerte, entre el ser y la nada. Hablar de la agonía es fácil, pero hacerlo desde ella misma es bastante complejo, y considero que sólo una pluma tan hábil como la del joven Carlos Fuentes pudo dar una expresión adecuada al momento agónico de su anti-héroe Artemio Cruz.
La narración de Fuentes en esta extraordinaria novela es simplemente fantástica; su dominio del idioma a lo largo de la obra es magistral, y el recurso que utiliza de narrar en una voz fragmentada (primera y tercera persona) brinda una sensación dislocada al lector que recorre desde adentro -los recuerdos de Cruz- y desde afuera -las cosas que pasan sin que él las pudiera saber- los momentos más trascendentes de la vida y obra de Artemio Cruz.
Pero Fuentes va más allá: no sólo le interesa narrar la vida del personaje, sino situar esta vida en la propia historia del México post-revolucionario; el ascenso y descenso vital del personaje Artemio Cruz es equivalente al triunfo y corrupción de la Revolución mexicana. Los ideales no cumplidos, las promesas rotas, el estado mismo de corrupción del hombre parecen ser trasunto del estado de descomposición del propio país. Y cabe decir que con esta descripción, Fuentes fue a contracorriente de la novela revolucionaria de la época precedente, que exaltaba la revolución como la panacea de todos los males mexicanos, pero pasando por alto los excesos de la misma, como los cacicazgos y el sindicalismo charro en el que devino. Estos excesos son claramente criticados a través de la vida de Cruz.
El protagonista de Fuentes es lo que en la actualidad podríamos llamar un anti-héroe. Ninguna de sus acciones es, en sí misma, heroica, sino que más bien es el que vive -o sobrevive- con, contra y a pesar de todo y de todos; Artemio Cruz se labró un nombre a base de pura voluntad, misma que se tradujo en violencia, chantaje y sobornos cuando la situación así lo requería. Se convierte así en un hombre poderoso, político influyente y empresario en el ámbito del periodismo: un hombre emanado de la Revolución. Al final de sus días, su nombre se convirtió en sinónimo de respeto y de poder, pero el costo de ese nombre es el desprecio de sus más cercanos. Es cierto que fue temido y odiado, pero también despreciado por su edad, por el incierto origen de su condición, y por la manera de forjarse una fama.

Las mujeres rodean, e incluso determinan, la vida de Artemio Cruz. Por los lazos sanguíneos la primera es la madre ausente (Isabel Cruz, mulata violada por Atanasio Menchaca); la otra sería la abuela, la voluntariosa Ludivinia Menchaca, a quien tampoco llega a tratar y de quien probablemente heredara su temperamento voluntarioso. Por los lazos sentimentales, son otras tantas las que juegan un papel importante para la vida de Cruz. Artemio conoció el amor -o se cuenta a sí mismo que lo conoció- durante la Revolución, con Regina, una chica que lo siguió durante el conflicto y que fue muerta por el ejército rival; no sabemos más de ella -no podemos saberlo- sino a través de su recuerdo que Artemio evoca en su agonía. Catalina, su esposa, lo pudo amar, pero prefirió despreciarlo por desprenderla de su antiguo mundo -el de los hacendados pre-revolucionarios, el de su padre Gamaliel-, y por posiblemente usurpar el destino de su hermano Gonzalo Bernal. Lilia y Laura son otros nombres de amores que le recuerdan a Cruz qué tan lejos se encuentra de ser lo que quiso ser; los escarceos amorosos de Artemio con ellas de alguna u otra manera le terminan por recriminar su cobardía y su vejez. Tal vez el amor lo hubiera redimido, pero en diversos momentos el propio Artemio renuncia a él.
El recuerdo y la buena fama también podrían haber salvado a Artemio de la muerte; después de todo, no morimos del todo si nuestros más cercanos nos llevan consigo. Pero un nombre no puede perdurar por sí mismo sin que alguien mantenga viva la herencia. En el lecho de muerte Artemio Cruz es consciente de su fracaso. La hija (Teresa) no conoció nada de su padre, incluso parece heredar el desprecio que la madre siente hacia Artemio, quizá porque él siempre prefirió al varón -Lorenzo-, en quien veía una imagen joven de él -es decir, un destino heroico por cumplir-. Pero Lorenzo muere en la Guerra Civil Española, y cumple con ello un posible destino ya vedado a Artemio: alcanzar una muerte heroica, una vida sin corrupción. Por esto Artemio falla por partida doble: traiciona sus ideales en aras de forjarse un nombre, pero no puede dejar un heredero que continúe su obra o que guarde su recuerdo.
La muerte de Artemio Cruz es la historia del ascenso y caída de un hombre, pero es más que esto. Como toda obra universal, es una reflexión sobre lo humano: sobre los caminos elegidos y las rutas tomadas. El ser humano es libre para ser lo que quiera ser, pero la libertad misma se encuentra siempre acotada por las circunstancias personales y las decisiones que vamos tomando, hasta el punto en el que las miles de oportunidades azarosas se convierten de a poco en un ineludible destino. En el caso de Artemio Cruz, ese destino lo condena a luchar hasta el último momento: lucha por la vida que se le acaba, lucha también contra sus más cercanos a quienes quiere y odia en la misma medida, y lucha hasta el último momento por conservar sus recuerdos, que son a fin de cuentas, lo único valioso que posee. Carlos Fuentes consigue exitosamente describirnos la caótica mente de un moribundo, y con ello, nos invita a pensar sobre nosotros mismos.

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