lunes, 26 de febrero de 2018

Reflejo de la Francia del s.XIX en la literatura: Eugenia Grandet de Honore de Balzac


La prosa de Balzac, a semejanza de otros autores contemporáneos franceses, intentaba ser un fiel documento de la Francia del siglo XIX a las épocas posteriores. No solo con sus perfectos datos sobre los detalles, sino también del carácter, comportamiento y clase social de sus personajes.

Las decenas de libros que componen La comedia Humana muestran, en Eugenia Grandet, la burguesía provinciana. El tío Grandet, con sus fastuosas riquezas, es llevado al anacronismo del Scrooge de Un cántico navideño de Dickens o a Schylock de El mercader de Venecia de Schakespeare, por su avaricia. En la literatura de todos los tiempos, pocos personajes son tan odiados como los que pregonan la avaricia, y más aún cuando se necesita dinero para la dura faena de existir. Balzac (1799-1850) sabía de ello; de otra manera no pudo escribir lo que escribió en esas líneas.

Al principio de la historia, llega de improviso a la casa de los Grandet el primo de Eugenia. Con el tiempo, y como era de esperarse, se enamoran. Ni el amor tolera el tío Grandet (así lo llamaban, al padre de Eugenia, Felix, en la comarca) y le pide a Eugenia que le dé de su parte. Eugenia se lo había dado todo a su primo para que marchara a hacerse fortuna.

He aquí una de las enseñanzas típicamente identificables en la novela francesa por excelencia: la moraleja. Al regresar del extranjero, y con una fortuna acumulada, el primo de Eugenia olvida las promesas de amor y se hace la gran vida en París. ¡Hasta el propio Balzac sufrió de esos vicios! Sus biógrafos coinciden en que él dormía de día, se despertaba a trabajar a la medianoche (bebiendo incontables fusiones de café, lo cual lo llevaría a la muerte) y entregaba los originales a la mañana. El resto del tiempo la pasaba figurándose de aristócrata (no lo era). Y, realmente, no lo necesitaba, porque un hombre con su genio creador debería (aunque sea solo por educación) ser eminente en el trato ajeno.

Los lectores que más disfrutaban de la literatura de Balzac no poseían la clasificación exacta de lectores, debido a que, mientras empezaban a leer un libro recién salido de este escritor francés, debían darse un respiro para comprar el siguiente. ¡Tan recurrentes eran sus libros!

¿Me olvido de algún detalle para concluir esta entrada? No. O sí: en 1843 el propio Fiodor Dostoievsky tradujo la obra del original francés al ruso. ¡Eso es todo, amigos! Nos vemos en otra entrada literaria, apasionados por la lectura.

Escrito por: Yamil Artigas

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