miércoles, 19 de agosto de 2020

Un romance prohibido (al menos por las convenciones sociales) ANA KARENINA de LEÓN TOLSTÓI

   El año 1.877 dio a luz una de las más grandes novelas de la historia de la humanidad. León N. Tolstói (1.828-1910), quien años atrás había maravillado al mundo con su Guerra y Paz, volvía a golpear duro con una novela de más de setecientas páginas y nueve partes y cuyo percance movilizador resulto en la relación amorosa entre la protagonista, Ana (casada con Alejo Karenina) y Wronsky. A medida que avanza la trama nos vemos rodeados de soldados, infidelidades y grandiosas muestras de dinero, multitudes y poder. 
   ¿Qué induce a Ana tener una relación paralela con el protagonista masculino? La trama nos ayuda a entenderlo mejor, desde el principio. Vemos como el hermano de Ana, Esteban, tiene un amorío a pesar de estar casado con una mujer conocida como Dolly y con quien tiene varios hijos, niños y niñas. Es decir, que el ambiente modifica al individuo en semejante percance, volviendo corruptores a la gran mayoría de personajes que no se someten bajo ningún influjo humano o divino, justificando por sus acciones la conducta de quienes los rodean. Incluso Dolly nos mostrara, más adelante, hasta que punto este aire le perjudica.
   Intentando demostrar que, entre esas maldades, existe bondad y honradez, Tolstói describe a esos morbosos personajes como agradables. Aunque, a decir verdad, de los pocos personajes que la novela excluye como "casos distintos" son Levine y Kitty. Con sus infantiles caprichos, que a lo largo de la novela son satisfechos, vemos el lado genuino de una relación, como diría Kitty, "madura y respetable".
   La hipocresía en este libro es tal que el desenlace final de Ana sera el corcho de la botella con el que se cierra una de las más gloriosas páginas de la literatura universal.
   

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